martes, mayo 10, 2011

LA ARMÓNICA DE CRISTAL. TRAYECTORIAS SONORAS


Bienvenidos un nuevo martes a este espacio de literatura musical. Hoy vamos a traer a la memoria un autor del que no podemos ocultar nuestra predilección y que es uno de los más grandes compositores de toda la Historia de la Música: Claudio Monteverdi (1567-1643). El compositor nacido en Cremona muestra desde temprana edad sus dotes musicales, tras estudiar, junto a su hermano Giulio Cesare con el maestro Ingegnieri. Con 15 años da a conocer sus primeras obras, al tiempo que es consumado violista. En 1602 se convierte en maestro de capilla en la corte de Mantua.
Su trayectoria, que se inscribe en la transición del Renacimiento al Barroco, se refleja en su conocida polémica con el teórico Artusi, quien, defensor de la denominada Prima Prattica, le dirige severas críticas en sendas cartas de 1603 y 1610. En la contestación de Monteverdi en 1605 se pone de manifiesto su postura a favor de la Seconda Prattica, que supone el advenimiento de la musicalidad barroca, con la dimensión declamatoria del discurso musical, la importancia del texto, la utilización de cromatismos expresivos y la transmisión de afecti, como revelan su últimos libros de madrigales.
En 1613, Monteverdi pasa a desempeñar el cargo de maestro de capilla de la República de Venecia, donde proseguirá su magnífica trayectoria hasta su fallecimiento. La explicación de la trascendencia de la producción de Monteverdi excede con creces la extensión de estas líneas, pero sí señalaremos algunas de sus composiciones más importantes:  ocho libros de madrigales (I al V en estilo renacentista y V al VIII, caracterizados por su lenguaje barroco, desde la adopción del bajo continuo en el V. VII y VIII denominados Concerto y Madrigali guerrieri et amorosi, respectivamente), la extraordinaria "favola in musica" Orfeo, con texto de Alessandro Stringgio (1607), Lamento de Arianna, fragmento de una ópera perdida (1608), Vísperas de la Virgen María y Missa "In illo tempore" (1610), Scherzi musicali (1632).
A partir de 1637, con la inauguración del primer teatro de ópera de Venecia compone varios títulos de este género, de los que se conservan Ritorno di Ulisse in patria (1640) e Incoronaziones di Poppea (1643), además del compendio de piezas religiosas La Selva Morale (1641). Tras su muerte se dieron a conocer su Missa a 4 voci e salmi a 1-8 voci (1650) y Madrigale e canzonette (1651). 
La obra que hoy recordamos son las Vísperas de la Virgen María, interpretadas por vez primera el 25 de marzo de 1610 en la basílica de Santa Bárbara en Mantua, con motivo de la Fiesta de la Anunciación y en honor de las hijas de Francesco Gonzaga. Conviene señalar que durante el período de Monteverdi en Mantua (1590-1612), la escritura de obras religiosas es menor en comparación con la producción de madrigales y música dramática para el duque Vincenzo I, debido a la falta de tiempo del compositor para este tipo de piezas, por sus múltiples obligaciones como maestro de cámara, maestro de capilla (tras la muerte de Pallavicino en 1601) y maestro de capilla de Santa Bárbara, ligada también al ducado.
En 1610, Monteverdi publica en Venecia una colección dedicada al Papa Pablo V, como muestra de su pretensión de un cargo en Roma. Entre las piezas, de contenido mariano, se encuentran las Vísperas "para 10 voces y 10 instrumentos y Concertos sacros". Hay que destacar que, tras el Concilio de Trento, el fervor marianista había crecido como reacción a la postura protestante. El propio Monteverdi describió sus Vísperas como combinación "de diversos estilos de invención y armonía, basadas en un cantus firmus". Están integradas por 14 piezas (responsorios, salmos, motetes, sonata, himno y dos Magnificats), ejerciendo como ejes unificadores los motetes y la sonata (ésta para violas, cornetas y trombones, siguiendo el procedimiento instrumental de autores venecianos como Giovanni Gabrieli), sobre la base del cantus firmus (para la investigadora Paola Besutti, pertenece a la tradición de Mantua. Besutti afirma, además, la posible dedicación inicial de la composición a Santa Bárbara y el posterior añadido de piezas en honor a la Virgen). Como ha destacado el musicólogo Paolo Fabbri, se logra, pues, una estructura lógica, en la que la heterogeneidad responde al interés por Monteverdi de atender a las demandas de distintos intérpretes para una mayor difusión. La introducción nos recuerda en su fanfarria a la tocatta que dará inicio a Orfeo.
Las Vísperas transmiten una nueva expresividad y una profunda intensidad emocional. La acertada mezcla de estilos por Monteverdi: Stile representativo, stile concertato, madrigal, arie spirituali, etc., denota una evolución de la música polifónica renacentista  (polifonía a cappella en coros antifonales y falsobordón) a un repertorio de caracteres barrocos: combinación de voces e instrumentos, utilización de bajo continuo, solos, polifonía en dúos y tríos, homofonía en estilo recitativo, asentamiento progresivo de la tonalidad, cromatismos, estilo concertato, monodía acompañada (aquí subrayamos el bellísimo Duo Seraphim con utilización de diálogos y ecos), ornamentación, declamación del texto, efectos retóricos, etc. Además de su solución multiseccional, la belleza y el dominio melódico de Monteverdi,  otorgan a las Vísperas un carácter de obra atemporal, cuya genialidad perdura a través de los siglos.

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