martes, enero 11, 2011

LA ARMÓNICA DE CRISTAL. TRAYECTORIAS SONORAS



Hola ¡Feliz Año! De nuevo nos reencontramos en esta sección literario-musical, en la que este martes vamos a comenzar el nuevo ciclo con el optimismo y jovialidad de una obra, menos conocida por el gran público dentro del catálogo camerístico de Franz Schubert (1797-1828), pero que es un ejemplo de su dominio de la escritura de este repertorio. Nos referimos a su Sonata para Arpeggione en La menor D.821.
El arpeggione fue uno de esos tantos instrumentos inventados durante el siglo XIX, y de cuya existencia tenemos testimonio ingente simplemente con el repaso de la prensa musical de esa centuria. En este caso, se trataba de un ingenio derivado de la viola "da gamba" y de la guitarra, ideado por el luthier vienés Johann Georg Staufer en 1823. Constaba de seis cuerdas y trastes, a los que se unía la utilización de un arco. Fue difundido por Vincenz Schuster, quien parece que encargó a Schubert esta obra, que firmó el compositor en noviembre de 1824. Fue estrenada en la residencia del primero, siendo interpretada por él y Schubert al piano a finales de ese año. Sin embargo, el instrumento cayó pronto en el olvido, y con él también la composición, que no fue editada hasta 1871.

La Sonata, más conocida como Sonata Arpeggione, volvió afortunadamente a los programas de concierto, gracias a las transcripciones para instrumentos como la viola, el clarinete, la guitarra y, sobre todo, el violoncello, que se realizaron posteriormente. Podemos disfrutar de excelentes versiones por violistas como Nobuko Imai y Juri Basmet o violoncellistas como Mischa Maisky y Mstislav Rostropovich, entre otros. El gran violoncellista y compositor español Gaspar Cassadó realizó el arreglo para violoncello y orquesta.
La partitura, concebida en un año de extraordinaria creatividad de Schubert (recordemos que en 1824 trabaja en obras como el Octeto  para viento y cuerda D.803, el Cuarteto La doncella y la Muerte D.810 y el Grand Duo D. 812), consta de tres movimientos: Allegro, de corte melancólico y contrastante, que obedece al esquema de forma-sonata clásico, Adagio en forma de Lied y Finale, un rondó de influencia popular en el que se produce el mayor despliegue de exigencias técnicas. Una obra para disfrutar, en estos difíciles tiempos, de la siempre generosa facilidad melódica y maestría en el manejo de la forma de Schubert.