martes, abril 20, 2010

ONDAS Y ESFERAS



Bienvenidos a Ondas y Esferas. Hoy rescatamos de la memoria una obra de gran belleza, el Concierto para violín y orquesta ("A la memoria de un ángel") de Alban Berg (1885-1935). La obra fue compuesta como paréntesis a la orquestación de su última ópera, Lulú. En inicio fue un encargo del violinista norteamericano Louis Krasner y fue dedicada a la hija de Alma, viuda de Mahler y su segundo esposo, Walter Gropius, Manon. La joven falleció con dieciocho años, víctima de polio. Fue este Concierto la última obra completa de Berg, ya que murió meses después de su firma. La partitura se estrenó en Barcelona en 1936.
El lirismo de la composición es llevado a su culminación en un tono elegíaco por el violín, que parece vencer las interrupciones de la orquesta, para algunos estudiosos de la obra, anticipatorias de la muerte. Berg, que fue alumno durante seis años de Arnold Schönberg, elige de nuevo una forma tradicional, como es el concierto y combina como es habitual en su producción, la adopción del sistema dodecafónico con alusiones tonales e incluso la introducción de dos materiales preexistentes: una melodía popular carintia (Primer Movimiento) y el coral de la Cantata Número 60 de Bach (O Ewigkeit, du Donnerwort, Oh Eternidad, tronante palabra) en el Segundo Movimiento. El comienzo nos sorprende ya por su perfil de doce sonidos que delinean el círculo de quintas, correspondiéndose con las cuerdas al aire del violín, que nos introducen en una atmósfera de irrealidad  y admiración. Cada movimiento es la plasmación a través de dos seccíones del retrato de Manon y de la muerte y el consuelo religioso. El regreso de la melodía carintia nos despide con una calma serena y esperanzadora.

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