martes, mayo 11, 2010

ONDAS Y ESFERAS


Hola, bienvenidos un nuevo martes a Ondas y Esferas. Hacía mucho tiempo que deseábamos recordar en esta sección a uno de los más grandes compositores españoles de todos los tiempos, cuya obra brilló a la altura de la de sus mejores coétaneos Palestrina y Di Lasso: Tomás Luis de Victoria (1584-1611). El genio abulense, que completó su formación en la Escuela Romana y llegó a participar en la actividad del Oratorio de San Felipe Neri, nos legó una producción exclusivamente religiosa, desgraciadamente no muy extensa, pero de una calidad artística mayúscula.
A su regreso a España, ingresó como Capellán y Maestro de Capilla de las Descalzas Reales y en 1587 pasó al servicio de María de Austria, hermana de Felipe II y mujer de gran cultura y refinamiento. Precisamente una de sus composiciones cumbre fue dedicada a su memoria, tras la muerte de la princesa: el Officium Defunctorum (impreso en 1605).
Ésta fue la última partitura firmada por Victoria y se incluye en el undécimo volumen de sus obras. Escrita para coro a seis voces, consta de una Misa de Réquiem más tres piezas: una Lección de Maitines (Libro de Job), un motete extra-litúrgico y Ceremonia de Absolución. Junto con el Officium Hebdomadae Sanctae, representa el mejor ejemplo de la maestría de Victoria en la escritura para varias voces, muchas veces anticipando recursos espaciales como el policoralismo, la aplicación de la Música al texto dotada de una expresividad cercana al misticismo, mediante la alteración de notas y utilización de disonancias cercanas a la tonalidad moderna, así como su empleo de la repetición dramática de acordes, del estilo homofónico y de una métrica avanzada a su tiempo, características que presagian el estilo barroco, y que hacen de esta obra, como algún especialista ha destacado, una de las más sobrecogedoras de su época.

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