MÁGICO BOSQUE
Un poderoso bosque cubría las laderas
de Latmos: la humedad de esa tierra nutríatan ricas, las raíces cubiertas de hierbajos
bajo las ramas colgantes, abundantes en frutos.Había densas sombras, honduras apartadas
donde no entraba nadie: si, huyendo del pastor,
penetraba un cordero esos rincones íntimos,
nunca vería más los felices rediles
a donde sus hermanos, balando de contento,
a cada atardecer iban por las colinas.Creían los pastores siempre que ni un lanudo
cordero que de tal modo se separara
de su blanco rebaño se vería atacadopor feroz lobo, o fiera de cabeza acechante,
hasta llegar a ciertos llanos hollados donde
pacían los rebaños de Pan: es más, ganaba mucho el que así perdía un cordero. Senderos
muchos había; helechos y juncos abundantes
y laderas con hiedras: todos llevando, gratos,
a un ancho césped donde sólo podían verse
densos tallos en torno, en medio de la hierba
y las ramas colgantes; ¿qué podría decirla frescura del cielo, del espacio en la altura
rodeado de oscuras copas de árbol? A veces
pasaba una paloma, aleteando, y a veces
iba una nubecilla a través del azul.
En medio del verdor de ese espacio tan grato
se elevaba un altar de mármol, adornado
de un trenzado de flores aún llenas de rocío.

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