La sesión del Club de Lectura de Alumnos celebrada el pasado viernes estuvo dedicada a El señor de las Moscas, título que escogimos con anterioridad para analizar y compartir nuestra opiniones. Es una obra que los profesores leímos en nuestra adolescencia y que algunos miembros, como Pablo, ya conocían. En primer lugar, los componentes se refirieron al estilo de escritura, respecto del que todos coincidimos en que se correspondía demasiado estrechamente con la época y sociedad en que fue escrito. Algunos alumnos destacaron pasajes de diálogos que hoy les parecen pueriles. Estefanía y Scherezade (4º) añadieron que la falta de ironía en algunas situaciones también se echaba en falta, si bien la primera señaló que le sorprendió el hecho cruento de la muerte de algunos protagonistas. Sin embargo, aún perdura la sensación de desasosiego del relato, envuelto en una vorágine cada vez más veloz. Victoria subrayó, que, por encima del estilo, subsiste un fondo acreedor de una necesaria reflexión sobre cuestiones como la independencia de pensamiento y el ensalzamiento del liderazgo basado en el triunfo de la fuerza sobre la inteligencia. De nuevo nos encontramos con el problema de la infancia como rebatimiento del "buen salvaje" de Rousseau.
Alfonso añadió que la aceleración de la violencia es interrumpida ante la presencia de un adulto con uniforme de una manera inusitada. Victoria también resaltó nuestro concepto de "civilización" y su representación magistral en la figura simbólica de la caracola (implicación y organización de los muchachos que la utilizan, símbolo de seguridad, etc.). Asimismo, contrapone el comportamiento atávico, relacionado con el mimetismo con la Naturaleza, las pinturas "de guerra" y el sometimiento a las pulsiones corporales de uno de los grupos (sin duda, influenciado por una visión antropológica), al esfuerzo reflejado en Robinson Crusoe por la pervivencia de signos de "civilización". Una novela que proponemos, en cualquier caso, porque, como destacó Victoria, es un amargo canto a la superación de la ingenuidad, tal como señala el último fragmento que rescatamos: "Ralph lloró por la pérdida de la inocencia".
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