


vuelca su religiosidad en una de las obras más personales y difíciles de escuchar en directo: el oratorio en latín, sobre textos de la Iglesia y Liturgia católicas titulado Christus. La partitura está concebida para solistas vocales (soprano, mezzosoprano, contralto, tenor, barítono y bajo), coro (sopranos, contraltos, tenores y bajos), orquesta y órgano (es precisamente esta gran demanda de intérpretes y la extensión de la composición, la que ha propiciado su ausencia de las programaciones habituales). El interés por el repertorio religioso no era nuevo, sin embargo, para Liszt, quien se había hecho partícipe de un artículo en 1834 (Sobre la música eclesiástica del futuro), en el que se exigía una música "fuerte, efectiva. Deberá unir a una escala colosal el teatro y la iglesia; deberá ser a la vez dramática y sagrada, grandiosa y simple [...]". Liszt, mucho más subjetivo que Berlioz en este repertorio, como demuestran también sus adaptaciones de salmos y sus dos misas, adopta, sin embargo, una actitud más moderada respecto al texto y una austeridad que contrasta con pasajes de gran dramatismo en Christus.




Asimismo, asimila su lenguaje armónico experimental que le llevó a la definición de armonías por entonces totalmente insólitas, así como a la utilización de un motivo unificador en las tres secciones: el intervalo ascendente gregoriano formado por las notas Sol-La-Do, "símbolo de la Cruz" que incluye también en otras obras como la Misa de Gram, Santa Isabel o la Sinfonía Dante. Formalmente, además, Christus representa la síntesis de austeridad y gran despliegue tímbrico que persigue una modernidad religiosa en un momento en que la ópera ejercía casi la total hegemonía en el ámbito católico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario