martes, octubre 25, 2011

LA ARMÓNICA DE CRISTAL. TRAYECTORIAS SONORAS




Bienvenidos un nuevo martes a La Armónica de Cristal. Hoy retomamos el género de la música de cámara con el primero de los ejemplos de Johannes Brahms de sus preferencias por las formaciones inusuales: el Sexteto para cuerda Número 1 en Si bemol Opus 18. Como ya nos hemos referido en anteriores ocasiones al compositor hamburgués, no señalaremos a propósito de su trayectoria biográfica, sino que esta pieza, concluida en septiembre de 1860, se estrenó un mes más tarde en Hannover, gracias a la iniciativa de su amigo, el violinista y compositor Josef Joachim. Su inmediato éxito se prolongó en las interpretaciones en meses sucesivos en Leipzig (en noviembre fue escuchada con entusiasmo por Clara Schumann) y Hamburgo (fue dada a conocer en enero del siguiente año). En esta ciudad se editó en 1862, año en que Brahms se establece definitivamente en Viena. La partitura fue la primera de sus obras de cámara impresas, pues el precedente Trío con piano Opus 8 (1854) sería sometido a revisiones con posterioridad. Pese a su temprana concepción, el Sexteto es una obra de amplias dimensiones y factura compleja, en la que se muestra, como se ha señalado reiteradamente, la extraordinaria combinación brahmsiana del equilibrio clásico, enraizado en la herencia de Haydn, Beethoven y Schubert, con el lirismo característico del autor.
Por otra parte, se trata de una de sus obras más optimistas, no exenta de humor. La composición parece transmitir los momentos de plácida felicidad del autor en Hamm, a orillas del río Elba, en la primavera y verano de 1860,  cuando tuvo lugar su escritura. De hecho, se ha subtitulado la pieza con la indicación de Frühlingsextett (Sexteto de la Primavera), en clara alusión a su inspiración en la Naturaleza, y con un carácter cercano al de las serenatas para orquesta de esa época. 
Dentro de los 24 títulos editados que integran la producción de cámara de Brahms, una de las más coherentes de todo el repertorio de este género, la elección de la formación de sexteto (dos violines, dos violas y dos violoncellos), agrupación para la que dedicará otra partitura (Sexteto en Sol Mayor Opus 36) es antecesora de sus quintetos y cuartetos, que son posteriores. Existen pocos precedentes para este conjunto, entre los que cabe mencionar los de Boccherini, Pleyel y Spohr (con piano sí tenemos otros ejemplos, como el de Mendelssohn). Le seguirán títulos de Tchaikovski (ya nos referimos a su Souvenir de Florencia el curso pasado), Dvorák y Schönberg (gran admirador de Brahms, no hay que olvidar su Noche transfigurada), entre otros. Como en otras partituras camerísticas, el Sexteto sirve como vehículo de experimentación formal dentro de los moldes tradicionales de sus movimientos, especialmente de los extremos, donde amplía el número de grupos temáticos y prolonga la extensión de desarrollo y codas. Asimismo, existen conexiones motívicas entre los movimientos primero y cuarto. El Primer Movimiento presenta tres materiales principales, destacando el primero por su gran fuerza expresiva, contrastante con los siguientes. Cabe subrayar la reaparición del primer motivo en la conclusión, así como la gran Coda con pizzicati. El Segundo Movimiento es una serie de sencillas variaciones sobre un esquema de 16 compases de aire popular, pero serio. De las seis variaciones sobresale la cuarta, en el homónimo mayor y la siguiente, especie de aire de danza musette. Este movimiento se ha popularizado por su inclusión en la segunda película de ficción de Louis Malle, Les Amants (1958). El breve Tercer Movimiento, de corte beethoveniano presenta también una Coda de finalización. El Cuarto Movimiento retoma el carácter de rondó con reminiscencias de Haydn y ambiente vienés en su primer grupo temático de inspiración popular.  
El propio compositor realizó la transcripción para piano a cuatro manos de esta obra, que conserva una frescura inusitada y representa uno de las mejores muestras del repertorio para acercarse a la música de cámara.


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