martes, noviembre 16, 2010

LA ARMÓNICA DE CRISTAL. TRAYECTORIAS SONORAS



Hola. Volvemos a la música de cámara esta semana para recordar la obra de un compositor bien conocido: Claude Debussy (1862-1918). Nuestro encuentro trae a la memoria su Cuarteto en Sol menor Op. 10, pieza perteneciente a la que algunos califican de etapa más productiva, que culminará con el comienzo de la ópera Pelléas et Mélisande. Tras ganar el Premio de  Roma de Composición del Conservatorio de París, Debussy escucha y estudia, gracias a su trabajo como profesor de la familia de Nadezhda von Meck (anterior protectora de Tchaikovski), las obras de Wagner en Viena y Borodin y Mussorgski en Moscú. Ya en su juventud, la influencia de Saint-Saëns, Chabrier y Fauré aumentan su interés por nuevas aproximaciones a la tonalidad.

En 1892 inicia el esbozo de dos grandes obras futuras: su Cuarteto de cuerda y el Preludio a la siesta de una fauno. El primero, que lleva opus y numeración, hecho que nos revela la intención de Debussy de escribir más ejemplos de esta forma, fue estrenado en la Sociedad de Conciertos de París por el Cuarteto Ysaÿe, y en él aplica ya combinaciones modales nuevas, pese a adaptarse a un patrón clásico de cuatro movimientos. Utiliza, asimismo, el diseño cíclico de César Franck (Sonata para piano y violín), consistente en la aparición en cada movimiento de un tema inicial que unifica la partitura. Además de este interés por el desarrollo de la estructura, manifiesta también una gran experimentación de los efectos tímbricos, sin duda, influenciado por los compositores rusos y el gamelán, agrupación de Java que pudo escuchar en la Exposición Universal de París de 1889. Como algún autor ha señalado, la obra, que se ha convertido en pieza clave dentro de la historia del repertorio camerístico, se halla más cercana a sonoridades etéreas, que parecen tejer "un cuento nocturno sobre un fondo oriental". La influencia de Borodin es notoria, sobre todo en el tercer movimiento. En el Andante, los contornos se diluyen en un emotivo cromatismo de ritmo cambiante. En el Finale, progresivamente acelerado, reaparece el tema inicial con un fin liberador. Sobra decir que Debussy es una figura que trasciende el Impresionismo, que supera con su rica escritura. Al final de su vida, proseguirá la búsqueda de mayor claridad, retornando al modelo de sonata, con tres excelentes partituras para violín y piano, violoncello y piano y flauta, viola y arpa. El compositor Paul Dukas escribirá de su producción: "[...] lleva el sello inconfundible de su personalidad. [...] La esencia melódica basta para impregnar el tejido armónico de una poesía penetrante y original".

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