La familia ha tenido la cortesía de compartir con nosotros este legado, para que podamos conocer un poco mejor las vivencias que él mismo ha relatado en estos dos libros editados: Causa 40/48 y Nunca llegué a Cuelgamuros.
Queremos dejar aquí unos pequeños fragmentos para hacer llegar a todos su propia voz, que sabe reflejar perfectamente, desde la primera persona, la angustia vivida en momentos adversos de su vida, pero, sobre todo, deja constancia de su afán constante por aprender y de su calidad humana, pues son numerosos los ejemplos en que muestra su solidaridad con los demás, incluso a pesar de poner en peligro su propia persona.
"No puedo precisar en que momento empecé a tener sed, pero esa sensación era cada vez mayor. Creo que este deseo de beber me hizo caer en un estado de semi-inconsciencia, pues recuerdo que cuando yo intentaba saciar mi sed, desaparecía de mi vista. En ese momento volvía a darme cuenta de mi situación. En ese estado, a ratos inconsciente y a ratos relativamente consciente, permanecí un tiempo que no puede precisar, siempre con la visión del agua que caía de la cascada. No sentía los efectos del hambre, solamente sed."
"Por el día, cuando las condiciones atmosféricas lo permitían, pasábamos la mayor parte de las horas en el Patio y cuando no, permanecíamos en la celda; cada uno se sentaba en su petate y nos entreteníamos con lo que teníamos a mano. Yo casi siempre tenía algún libro que sacaba de la Biblioteca de la Cárcel y me servía de entretenimiento al tiempo que siempre ampliaba mis conocimientos; de esa forma leí todos los libros de la escritora ferrolana Concepción Arenal, varios de Rosalía de Castro y otros que figuraban en el listín de existencias en la Biblioteca."
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