Al lago llegó el viento. Las dilatadas ondas se extienden infinitas.
Ya el otoño envejece, y son raros los juncos en el río.
El rielar de las aguas y el colorido de los montes conmueven
siempre al hombre.
Imposible cansarse de alabar sus bellezas siempre nuevas.
Ya los lotos lograron la plenitud madura de su forma
y su vejez las flores de nenúfar.
El rocío refrescó las blancas floraciones acuáticas
y las hierbas de la ribera baja.
Adormecidas en la arena, las garzas y las gaviotas
no se dignan siquiera volver la cabeza,
parecen reprochar a los hombres que tornarán tan pronto.
Li Ching Chao (1084-1151).
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