martes, abril 26, 2011
LA ARMÓNICA DE CRISTAL. TRAYECTORIAS SONORAS
Esta semana traemos a la memoria una de sus Siete Sonatas para violín solo Op. 91: Sonata en La menor Número 7. Este ciclo continúa la línea germana de las sonatas para este instrumento sin acompañamiento, que había brillado a través de la obra de Biber (Sonatas del Rosario) y, especialmente, de Bach, a cuyas Tres Sonatas y Tres Partitas BWV 1001-6 ya nos referimos el curso pasado. Durante el siglo XIX, este repertorio declinó en favor de obras de gran despliegue virtuosístico y es sólo, gracias a figuras como Jesús de Monasterio y Joseph Joachim, cuando comienza a ser divulgado y analizado (Mendelssohn y Schumann habían realizado arreglos con acompañamiento de piano). A finales de siglo, nombres como Henri Vieuxtemps (quien destacaba en la interpretación de la Chaconna y escribió sus propias Sonatas a solo), Henri Marteau y Carl Flesch, incluyen en sus recitales este tipo de piezas, revolucionando el esquema de programa de concierto. Marteau fue el dedicatario del larguísimo y difícil Concierto para violín Op. 101 de Reger, estrenado en 1908 y Flesch inició en 1905 un ciclo de conciertos históricos en que se abordaban obras desde Corelli a Reger.
Fruto del interés por el violín y por la forma a solo de Reger fue la composición entre 1900 y 1915 de 11 sonatas, 16 Preludios y Fugas y Seis Suites para distintos instrumentos sin acompañamiento, en un momento en que predominaban las grandes formas instrumentales y operísticas. Su vuelta al Barroco será luego imitado por Hindemith, si bien el lenguaje de Reger no cabe situarse en la estética del Neoclasicismo del siglo XX. La escritura para violín solo será a partir de Reger, objeto de interés por parte de su citado compatriota y otros compositores como Bartók y Prokofiev). Las Sonatas de Reger fueron compuestas durante las vacaciones de 1915, tras la Sinfonietta Op. 90, obra que le supuso un gran esfuerzo. Los meses de verano en Kolberg, a orillas del Mar Báltico, fueron suficientes para concluir seis, que fueron revisadas en noviembre con el violinista Karl Wendling (arcos, digitaciones). Hay que recordar que Reger poseía una gran facilidad de composición y la escritura para violín solo le suponía un aliciente para la contención y la reflexión sobre el proceso creativo. Tres meses después de las primeras (en principio iban a ser cinco), Reger finalizó la séptima, si bien la colocó en medio de las dos anteriores para respetar la concepción culminatoria del ciclo. Las Sonatas son un ejemplo magistral de fusión de elementos modernos e históricos y se sitúan entre lo mejor de toda su obra. A las arpegiaciones, dobles cuerdas que no interumpen líneas extensas melódicas y hábil manejo del arco (aquí la influencia de la escuela de Joachim es clara), hay que sumar la visión innovadora de las estructuras (tres o cuatro movimientos con Scherzo, fugas en los finales y Chaconnas reinterpretadas según su sello propio), de las melodías asimétricas y de las modulaciones extensivas de material. Cada sonata fue dedicada a un violinista popular en la época (la Sonata Número 7 al ruso Ossip Schnirlin, alumno de Joachim). La Sonata en La menor consta de tres movimientos: Allegro energico, Vivace (Scherzo) y Grave (Chaconna).
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