La prosa instintiva pero estructuralmente compleja de Chirbes, cuya adhesión al realismo, partícipe de la tradición desde la picaresca hasta los clásicos del siglo XX (sobresale su enorme admiración por Galdós), y de la que se muestra un acérrimo defensor frente a otras posiciones estéticas, ha sido calificada de "ultrarrealista". Su maestría en el uso del lenguaje transmite con su escritura sensorial (su admiración por la pintura y música, de los que trata de huir formalmente, es fundamental y las conexiones reconocibles con autores como El Bosco, Francis Bacon o Lucien Freud, son tan evidentes como sus relaciones con los impresionistas franceses o Kurt Weill, por sólo citar algunos) una perfecta panorámica de la degradación moral actual simbolizada por el marjal ("El pantano es una metáfora del país", ha señalado el autor).
En la sesión también hubo referencias, y de manera especial, en este curso dedicado a Gastronomía y Literatura en nuestra biblioteca, a la trayectoria en la revista Sobremesa de Chirbes, publicación en la que ha puesto de manifiesto sobradamente sus conocimientos culinarios y enológicos. La becada, a la que hace referencia en la novela y el socarrat, uno de sus platos preferidos, nos sirven desde esta página para ilustrar este otro aspecto del escritor valenciano, al tiempo que abrir boca "literaria" y acercarnos al resto de sus obras.
Tras esta desalentadora imagen de la sociedad española contemporánea, cabe preguntarse si hay lugar para otra visión, mientras carecemos aún de la distancia necesaria para enjuiciar con objetividad las repercusiones de su convulso periplo. Resulta difícil cuestionarse si bajo esas capas y capas de pintura que conforman este espacio devastado por la deshumanización, subyace una pátina prístina y brillante, como las propias aguas del marjal en sus comienzos, hoy contaminadas bajo limos que albergan nuestros putrefactos objetos de codicia. Y esta reflexión protagonizó la segunda parte del encuentro de nuestros miembros del Club. A la apabullante sensación de pérdida tras esta muestra asfixiante de las consecuencias del hombre depredador, le sucede una defensa de la esencia del mismo, que supera esa perspectiva materialista: la esperanza que anida en su sensibilidad y su capacidad para sorprender con los valores más benignos y conciliadores.
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